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lunes, 20 de mayo de 2013

Amor, ¿qué es eso?

Hoy han vuelto a preguntarme por él. No supe qué contestar una vez más. Podría decirse que le he empezado a olvidar, empezado... Todo lo que empieza tiene un fin, solo que algunas veces ese final tarda más en llegar. Me gustaría ser capaz de continuar a la deriva, donde me lleve la corriente, enganchándome con cada tío que me cruce por el camino, pero no puedo, no me sale. Él continúa de cierta forma dentro de mí. Era demasiado bonito para ser verdad, parecía un sueño del que temía despertar. Me estampé contra el suelo y el dolor me despertó.

"Tomar decisiones y atenerse a las consecuencias. Así de simple. Así de complicado", leí un día en alguna parte. La vida me enseñó a aprovechar al máximo las oportunidades, y eso trato de hacer. 

Un amor del pasado llama a mi puerta de una forma escandalosa. Yo permanezco frente a ella temerosa de que consiga echarla abajo. Temerosa, sí. Tengo miedo. ¿Miedo a qué? Miedo a todo. Miedo a nada. Miedo a lo desconocido, miedo al pasado, miedo al amor y al desamor, miedo a intentarlo y, de tanto intentarlo, volver a fallar. Qué sé yo. No me entenderéis, no me entiendo ni yo. No sé lo que quiero, no sé quién soy ni a dónde voy.

Alguien dijo una vez que "el amor es el único sentimiento que puede mover al mundo y a tu corazón". Uno de los otros tantos intentos de describir lo indescriptible. El amor. Bonita palabra. Amor. Bonito sentimiento. Amor. ¿O quizás no? Quién sabe. El ser humano persiste en describir lo indescriptible, se empeña en explicar algo que puede que nunca haya sentido. ¿Cómo explicar algo que no entiendo? Yo, sinceramente, no entiendo el amor, el amor en general. El sentimiento de amor, la acción de amar. Probablemente nunca lo entienda. 



"Que si te van a querer a ratos, es mejor que no te quieran".

jueves, 16 de mayo de 2013

Se acerca el fin de una de las etapas más importantes de mi vida. Una etapa que finaliza para dar paso a otra quizás más importante aún. Probablemente en unas dos semanas me gradúe. POR FIN. Después de tres años en bachillerato y siete en el mismo instituto, estoy deseando salir de aquí e irme lejos. Aunque he de admitir que tengo un poco de miedo. Mi futuro es incierto, no tengo absolutamente nada claro. Bueno, una cosa sí. Quiero ser feliz. En lo que respecta a ,o futuro estudiantil, no tengo la más remota idea de qué camino escoger. ¿Algo de ciencias tal vez? ¿Algo relacionado con la fotografía quizás? Me queda poco más de un mes para echar la solicitud al centro que sea para continuar mis estudios el año que viene, y mucho me temo que en tan poco tiempo no lograré aclarar mis ideas.

Envidio a esas personas que desde niños han tenido claro qué quieren hacer con sus vidas. Yo, a mis 19 años y poco más de dos meses, aún no sé a qué me quiero dedicar el día de mañana. Me gusta vivir el presente y no pensar demasiado en el futuro, tal vez por esa razón no sepa a estas alturas de mi vida qué hacer con ella. Si algo tengo claro, es que me gustaría escribir un libro. Y no me refiero a un Best Seller. Me conformo con que unas pocas personas se paren a leerme. En fin... yo sigo soñando, que es lo que mejor se de da, a ver si mientras tanto ocurre un milagro y me topo por el camino a mi verdadera vocación.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Lágrimas negras surcan sus mejillas. Siente que las cosas ya no pueden empeorar más. Carece de motivo aparente por el que levantarse cada mañana con una sonrisa. Lo peor de llorar cada día, es tener que hacerlo a escondidas. Aquella chica de mirada dulce y alegre se enamoró y, desde ese instante, se fue para nunca más volver. Se acostumbró al dolor, a la soledad y a que todos le fallaran. No es muy sociable, pero la misma sociedad la convirtió en la chica que es a día de hoy a base de zancadillas y golpes. No le teme al amor, le teme al idiota que pueda romper su corazón, ese corazón que con tanto esfuerzo trata de sanar. Cada día llora encerrada en el baño o en su habitación, luego lava su cara con agua fría, fuerza una sonrisa y sale de su escondite.  A veces, un grito sordo rompe el silencio como un trueno que abre el cielo. Si por ella fuera, habría dejado de sufrir hace tiempo. Desearía estar durmiendo, soñando ese sueño eterno. En varias ocasiones lo había intentado, pero no pudo. No por cobardía ni desgana, sino por la poca gente que la quería. Se fuerte, se repetía. Hazlo por ellos, se decía. Escondía su tristeza con una sonrisa, tapaba las cicatrices de su corazón y las heridas de su mente. Hasta que un día no pudo más, se despidió de todos una noche, se fue a dormir y nunca más despertó.